Migrant youth play games on a phone at El Buen Pastor shelter in Juárez. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)

Por Maria Ramos Pacheco y René Kladzyk/El Paso Matters y Veronica Martinez/La Verdad 

La última de una serie de tres partes 
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Cuando llegaron Melinda y su familia al albergue El Buen Samaritano en noviembre, algo tan sencillo como pedir un vaso de agua era un desafío formidable. Nadie entendía lo que necesitaban los migrantes indígenas de Guatemala. 

“No me comprendían”, dijo Melinda. “Les diría ‘yo no sé’ porque no sabía hablar español. Quería decirles que yo podía entenderles, pero no sabía explicarlo”.  

Después de estar seis meses en el albergue, Melinda puede hablar mejor el español, pero el buscar asilo en los EE. UU. y comunicarse con las autoridades en México le fue casi imposible a la migrante de 26 años cuando recién llegó.  

Se han cambiado todos los nombres de los migrantes en esta nota para evitar posible prejuicio. 


Parte 1: Dejar el hogar y viajar por todo México
Parte 2: Llegar a la frontera, sin ser rastreados por el sistema migratorio de EE. UU.

Melinda se queda en el albergue, luchando por encontrar cualquier trabajo informal y dijo que con frecuencia se siente varada en la frontera.  

Después de ser expulsados de los Estados Unidos a ciudades del norte de México como Ciudad Juárez, la barrera lingüística sigue siendo un obstáculo en sus vidas en el albergue. Algunos guardan la esperanza de ser otorgados una audiencia ante el tribunal de inmigración en los EE. UU. No obstante, allí les aguardan importantes problemas, también, relacionados con la falta de recursos en sus lenguas natales y el estigma de su indigenismo. 

Una barrera lingüística y vulnerabilidad en los albergues 

El director del albergue El Buen Samaritano, Juan Fierro, con frecuencia ha notado las barreras lingüísticas, culturales y educativas que dificultan aun más la adaptación de los migrantes indígenas a la comunidad en el albergue. 

Dijo que los retos más contundentes que enfrentan los migrantes indígenas es comunicar sus necesidades y los conflictos que surgen por las diferencias culturales.  

“A veces otros migrantes llegan con quejas sobre esta población en particular. Otros migrantes los quieren ayudar, pero no pueden, porque no se entienden”, explicó Fierro. “Se acercan a ellos y dicen, ‘Oye, tienes que ducharte, tienes que recoger tus cosas, tienes que mantener limpio tu hijo’, por ejemplo. Son culturas muy distintas y las cosas que hacen otros migrantes porque ya tienen la costumbre”.  

Juan Fierro, director del albergue El Buen Samaritano en Juárez, se sienta en su oficina el 1 de abril. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)

Para Fierro y los voluntarios es difícil atender las necesidades de los que no hablan español porque no pueden comunicarse bien con ellos, dijo. 

Andrea, una inmigrante indígena del departamento de Izabal en Guatemala tiene dificultades con el idioma. A diferencia de Melinda, esta mujer de 27 años llegó al albergue sin saber una palabra del español. 

Andrea se las arregla con la ayuda de Alma, otra migrante indígena de Guatemala, quien le hace la traducción del k’ekchi’ al español. 

Alma recordó un momento en el que otros migrantes en el albergue culpaban a Andrea por haber hecho un desorden en el baño. Alma defendió a su amiga, ya que Andrea no entendía lo que decían de ella en español. 

“Eso me duele, que la maltraten y ni siquiera entiende”, dijo Alma. “Pero, ¿qué se puede hacer? Por eso le digo que tenemos que aguantar por nuestros hijos”.  

Un niño residente del refugio para migrantes El Buen Samaritano en Juárez se detiene a mirar una estación para lavarse las manos. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)

Los migrantes de todo el mundo llegan a la frontera entre Juárez y El Paso, y El Buen Samaritano adapta constantemente sus instalaciones para acomodar un gran influjo de migrantes – primero en 2018 con las caravanas centroamericanas que se quedaban largos periodos, y ahora con la creciente llegada de migrantes expulsados de los Estados Unidos bajo el Título 42, una política controvertida de los EE. UU. que usa la pandemia del COVID-19 para justificar la suspensión de las leyes de asilo. 

Hasta hace poco, era más común que el personal de El Buen Samaritano hablara el inglés con los migrantes que no hablaban español. 

“Tuvimos un migrante de Turquía y él sólo hablaba su lengua natal, pero las personas se adaptaron rápidamente y usaban el programa traductor de Google para hablar con él”, dijo el pastor. 

No es posible usar el programa traductor de Google con los migrantes de Guatemala porque no contiene lenguas mayas. Algunos servicios de traducción en línea requieren pagos. Una opción gratuita, Traductor Idiomas Mayas, sólo traduce tres idiomas mayas y texto. Ya que la mayoría de esta población no sabe ni leer ni escribir, es prácticamente inútil el traductor, dijo Fierro. 

Fierro ha notado timidez entre los migrantes indígenas, pero una vez que encuentran un amigo que puede ayudarles con la traducción, se les hace más fácil estar en el albergue. 

“Creo que el idioma es lo que les impide preguntar, porque no lo saben hacer o se sienten inseguros. Son más las personas en su rededor que hacen las preguntas por ellos”, dijo Fierro. 

Fierro dijo que los migrantes indígenas están particularmente susceptibles al crimen en Juárez. 

“La mayoría del tiempo no saben cuánto dinero llevan, ni en su propia moneda, y con facilidad caen engañados. Pagan por algo, y reciben menos de lo debido como cambio”, dijo Fierro. “Y no se pueden quejar, porque no tienen el vocabulario”.  

Según datos recogidos por la organización sin fines de lucro, Human Rights First, entre el 14 de febrero, 2019 y el 19 de febrero 2021 ha habido como menos 1.544 casos de asesinato, violación, tortura, secuestro y otros delitos violentos en el norte de México contra los que buscan asilo en los EE. UU.  

Fierro aconseja a los que no hablan español a salir del albergue con alguien que pueda comprar los alimentos y los enseres personales para ellos. Si logran conseguir empleo, Fierro también les recuerda asegurar que les paguen lo debido. 

“Es genial que encuentren trabajos extra limpiando casas o haciendo algunas tareas, pero tenemos mucha cautela y somos muy estrictos con quién los enviamos, en particular con las mujeres. No queremos que nadie se aproveche de ellos ni de su trabajo”, comentó Fierro. 

La invisibilidad de los inmigrantes indígenas en los tribunales de los EE. UU.  

Quedan hasta más desafíos para los hablantes de lenguas indígenas cuando logran comparecer ante los tribunales de inmigración en los Estados Unidos.  

Las leyes existentes referentes al acceso lingüístico en los tribunales son bastante estrictas, pero los defensores dicen que no las cumplen en la práctica. 

Un residente del refugio para migrantes El Buen Pastor lleva un brazado de ropa sucia a la zona de dormitorios. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)

“A nivel de gobierno, tienen vendas en los ojos en términos institucionales, para ponerlo juiciosamente”, dijo Blake Gentry, de la Indigenous Alliance without Borders

Haciendo referencia a una orden ejecutiva de la era de Clinton, Gentry dijo que las agencias federales tienen la obligación de tener establecido un sistema para ofrecer significante acceso lingüístico a los que buscan asilo. Al cumplir con esta orden ejecutiva, el sistema debería tener los medios para evaluar las necesidades lingüísticas y temas de capacidad, pero cuando las agencias no están rastreando las poblaciones lingüísticas, queda sin realizarse su capacidad para determinar las necesidades de estas poblaciones.  

“El problema está en que todo esto lo ven como una aberración individual”, dijo Gentry. “Se aparecen los individuos en la frontera de los EE. UU., (CBP) nunca los identifica como poblaciones que llegan de naciones indígenas. Y como no lo hacen, todo se hace individuo por individuo. Pero lo que estipula (la orden ejecutiva que exige el acceso lingüístico) no se trata simplemente de individuos – se trata de toda una clase de personas que hablan lenguas indígenas. Entonces, sigue vigente el problema estructural”.  

Vocero para el Departamento de Justicia, Rob Barnes, dijo que “(la Executive Office for Immigration Review [EOIR]) se esmera por acomodar las necesidades lingüísticas de todos los individuos que hablan poco inglés o que no lo hablen y que comparezcan ante el tribunal de inmigración, incluyendo los individuos que hablan idiomas poco comunes”, pero no pudo proporcionar información referente a si hubiera algún intérprete del personal del Departamento de Justicia que hablara lenguas indígenas. 

Las lenguas indígenas comprenden una proporción importante de las lenguas para las que la EOIR requiere que se presente un intérprete legal: como menos hubo tres lenguas indígenas entre las 25 lenguas de mayor uso en los tribunales de inmigración entre el 2015 y el 2018, con un aumento en las cifras en los años recientes. Además, hay una categoría consistentemente usada entre las cinco lenguas de mayor uso para esta misma serie de datos: “LENGUA DESCONOCIDA”. 

Un informe reciente del Transaction Records Access Clearinghouse encontró que, entre los casos de protocolos de protección para migrantes pendientes desde enero, 2021, hay más de 40 idiomas representados entre los migrantes, con una representación numerosa de lenguas indígenas.  

Hay una amplia gama de problemas que pueden encontrar los que hablan lenguas indígenas al navegar el sistema de tribunales de inmigración. 

“De hecho he visto casos en los que, en un momento dado, se presiona a las personas a ingresar usando otro idioma, como el español, o incluso personas pro se que sencillamente nunca pueden entregar sus solicitudes para buscar asilo y los expulsan a pesar de tener defensas viables ante el tribunal”, dijo Leah Rodríguez de Texas Rio Grande Legal Aid. 

“He visto a jueces proceder en la lengua equivocada o con el intérprete equivocado; he visto casos denegados por temas de credibilidad, cuando en realidad era un tema de interpretación. El juez dice, ‘Oh, estás cambiando tu historia’. Pero en realidad es la interpretación”, dijo. 

Gentry dijo que la ironía de los problemas de acceso lingüístico para idiomas indígenas en los tribunales es que, entre las instituciones de inmigración en los EE. UU., son los tribunales en los que se atiende más activamente. 

“La EOIR es el resultado final donde vas a ver la mejor atención prestada a este problema, por difícil que sea”, dijo. “Lo otro que me mata, sencillamente, es que esas son sólo las personas que logran llegar a los tribunales de inmigración. Si no llegas a los tribunales de inmigración, no apareces en las estadísticas (de la EOIR). ¿Cuáles serían las barreras para las personas que no logran su audiencia o que no llegan al tribunal de inmigración? Es la exclusión de los de habla indígena del sistema de inmigración de los EE. UU. “ 

Gentry dijo que la necesidad de una reforma estructural es urgente y creciente. 

“La misma necesidad se repite una y otra vez, en todo lo que vemos. Soy un disco roto en cuanto a este tema porque el disco está roto”, dijo. 

Para Juanita Cabrera López de la Liga Maya, el resultado combinado es la invisibilidad de las personas indígenas en el sistema de inmigración de los EE. UU.  

“Nos han perseguido porque somos indígenas, lo cual quiere decir que, para sobrevivir, muchos hemos ocultado nuestra identidad indígena. Pero entonces, además, hay factores exteriores que niegan quienes somos, entonces, entre (esas dos cosas), nuestra identidad y nuestro derecho a existir como personas indígenas se pierde por completo”, explicó. 

Muchos inmigrantes indígenas en el albergue en Juárez siguen con la esperanza de llegar a sus destinos en los Estados Unidos, a pesar de todos los obstáculos que han enfrentado. 

Melinda dijo que no tenían nada en su pueblo natal de Joyabaj – no tenían casa, ni trabajo, ni educación. Para el bienestar de su familia, quiere cruzar a los Estados Unidos para estar con su hermana en Arkansas donde les puede dar estudios, y “un futuro”. 

“Sin empleo no les podemos dar estudios, ni pagar por los libros, ni pagar la matrícula”, dijo Melinda. “Sin estudios no hay empleos”.  

Samuel, el hijo menor de Melinda, patea una pelota a su padre en el albergue para migrantes en Juárez donde viven desde hace meses. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)

Melinda extraña profundamente Guatemala, pero más que todo, extraña a su madre. Recuerda haber mezclado la masa para tamales chapines – tamales estilo guatemalteco – con su madre para venderlos y hacer algo de dinero. 

Lamenta que su hijo de dos años, Samuel, crezca sin tener recuerdos de Guatemala. Como contraste, su hijo Diego, de 7 años, recuerda su país natal y con frecuencia le pregunta cuándo van a volver para ver a su abuela. 

“Tenemos que esperar. Es por tu propio bien”, recuerda Melinda que le dijo a su hijo. “Allá voy a encontrar empleo mientras que tú estudias y haces lo mejor que puedes”.  

Foto de portada: Jóvenes migrantes juegan en un teléfono en el refugio El Buen Pastor en Juárez. (Corrie Boudreaux / El Paso Matters)

This story was produced as part of the Puente News Collaborative, a binational partnership of news organizations in Ciudad Juárez and El Paso.