Indigenous women in Antigua, Guatemala, work on textiles that will be sold to tourists. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)
Por René Kladzyk y Maria Ramos Pacheco/El Paso Matters y Veronica Martinez/La Verdad 
Primera de una serie de tres notas 
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En el albergue El Buen Samaritano, los niños que corretean y los bebés que lloran crean una cacofonía, pero en un rincón apartado, Carmela tiene en brazos a su bebé de 2 años, en silencio. No se puede comunicar con nadie – no habla español, y nadie en el albergue comprende el idioma indígena que habla ella.  

Los migrantes indígenas como Carmela se ven ante más obstáculos que otros al intentar llegar a los Estados Unidos: dificultades con la comunicación, barreras culturales y discriminación contra los indígenas.  

En esta serie de tres partes, trazaremos el camino de un trayecto migratorio desde Guatemala, investigando los retos que enfrentan los migrantes indígenas en cada etapa. La primera parte es una observación de lo que impulsa la migración y el arduo recorrido por todo México; la segunda parte habla de las barreras adicionales en la frontera con los EE. UU. en lo que los migrantes indígenas tratan con las autoridades de inmigración; y la tercera parte se centra en las dificultades que enfrentan los migrantes indígenas en los albergues en Juárez, y cómo se vuelven invisibles en los tribunales de inmigración de los Estados Unidos. 

Se han cambiado todos los nombres de los migrantes en esta nota para evitar posibles perjuicios. 


Parte 2: Llegar a la frontera, sin ser rastreados por el sistema migratorio de EE. UU.
Parte 3: Expulsados al norte de México e invisibles a los tribunales de inmigración en los Estados Unidos

Carmela, de 26 años, es de Santa María Nebaj, una localidad en el departamento de El Quiché en el altiplano guatemalteco. Su lengua natal es el ixil, una de como mínimo 24 lenguas indígenas en Guatemala, una nación cuya población es indígena en aproximadamente un 50 por ciento.  

Desde el 2018, han sido detenidas más de medio millón de personas de Guatemala en la frontera de los Estados Unidos por los agentes de la agencia Customs and Border Protection. En consideración de la demografía de Guatemala, es probable que tanto como un cuarto de millón de personas indígenas de Guatemala han intentado emigrar a los Estados Unidos en años recientes. Sin embargo, es imposible saber precisamente cuántos son, porque ni el indigenismo ni las personas que hablan idiomas indígenas los rastrean las autoridades de inmigración en los Estados Unidos o en México. 

Guatemala es uno de varios países en Latinoamérica que tienen importantes poblaciones indígenas y que envían migrantes a los Estados Unidos. México tiene 17 millones de ciudadanos indígenas y por lo menos 6 millones de hablantes de lenguas indígenas.  

Muchos de los retos que enfrentan los migrantes guatemaltecos se podrían aplicar a los migrantes indígenas de NicaraguaEl SalvadorHonduras, o México, aunque no son un grupo uniforme los pueblos indígenas y tienen una variedad de retos según su contexto y cultura locales.  

Lo que impulsa la migración de personas indígenas 

“Todo lo que quiero es tener una casa, criar a mi hijo – quiero que vaya a la escuela. Yo nunca pude ir a la escuela porque mi mamá no tenía el dinero”, dijo Ingrid, una muchacha de 19 años de San Andrés Sajcabajá. Su lengua natal es el k’iche. 

Con las dificultades económicas que enfrentaba su familia, Ingrid nunca tuvo una educación formal. Por su cuenta ha ido aprendiendo el español en preparación para su viaje a Massachusetts, donde ha vivido su tía durante dos años.  

Ingrid se aferra a su hijo mientras relata las dificultades y amenazas que enfrentó en su Guatemala natal. Ingrid, una hablante de k’iche, está aprendiendo español a pesar de no haber recibido ninguna educación formal. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)

Con lágrimas en los ojos, Ingrid recordó cómo un hombre en su aldea “intentó hacerme cosas malas”, pero nunca reportó el incidente a las autoridades guatemaltecas por miedo a las represalias contra su familia. 

Aproximadamente una mitad de la población de Guatemala es indígena. Lo que impulsa el desplazamiento, como los desastres naturales, las violaciones de los derechos humanos, la pobreza y la discriminación con frecuencia afectan a las personas indígenas más intensamente que a sus contrapartes que no son indígenas. 

“Cualquier cambio en el clima, cualquier cambio en la calidad de las tierras…va a afectar inmensamente (a las personas indígenas)”, dijo Selfa Chew-Meléndez, profesora en la Universidad de Texas en El Paso, cuya labor de defensa y académica se centra en los inmigrantes indígenas. 

Cuando los huracanes catastróficos asolaron Guatemala en el 2020, quedaron sin apoyo, mayormente, las comunidades indígenas con un mínimo de asistencia del gobierno. Un número inmenso de guatemaltecos fue desplazado por la destrucción del huracán Eta, y fueron enterradas completamente por los derrumbes varias aldeas mayas

Chew-Meléndez dijo que previa política exterior de los EE. UU. en países de Centroamérica ha jugado un rol en la trayectoria de la migración desde esos países. 

“La historia de la intervención de los países europeos y de los Estados Unidos facilita esa conexión, por la cual las personas indígenas comprenden que va a ser más fácil que hagan ese viaje”, explicó. 

La violencia genocida del estado contra las comunidades indígenas en Guatemala en los años ochenta – periodo en el que fueron asesinadas más de 200 mil personas – se ha vinculado a fondos y capacitación militar de los Estados Unidos.   

“Si miramos, en el caso de Guatemala, con el genocidio y el conflicto armado interno, esa es la raíz más reciente de lo que impulsa la migración forzada. Todo lo que ocurrió después de eso, la falta de oportunidades educativas – algunos lugares decimados por las masacres nunca se recuperan”, dijo Juanita Cabrera López, directora ejecutiva de La Liga Maya y que es de ascendencia de la cultura maya llamada mam.  

Los Estados Unidos continua en coordinación estrecha con los asuntos guatemaltecos, con un anuncio reciente que el Department of Homeland Security de los EE. UU. ofrecerá capacitación a la fuerza especial de la seguridad fronteriza de Guatemala.  

Parque Central de la Ciudad de Guatemala en 2016. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)

Cabrera López enfatizó la larga historia del racismo estructural y la colonización que perpetúan el daño contra las comunidades indígenas. 

“Muchas personas (que inmigran a los Estados Unidos) son ahora los hijos y los nietos de aquellos que venían en los años 80 y 90, huyendo de décadas de guerra. Es una historia muy reciente”, comentó Leah Rodríguez, abogada con Texas Rio Grande Legal Aid, quien se dirige a mejorar el acceso lingüístico para los indígenas que buscan asilo. 

Es el caso de la familia de Ingrid. Su padre se mudó a los Estados Unidos poco después que ella naciera. Casi 20 años después, ella sigue el mismo camino, buscando mejor futuro para su hijo. 

La falta de una educación occidental agrava las dificultades al migrar 

En las comunidades mayas de Guatemala, el índice de analfabetismo entre los adultos llega hasta un 33 por ciento. El noventa por ciento de los niños mayas nunca se gradúa de la secundaria y tienen menos probabilidad de asistir a la escuela las mujeres mayas que los hombres. 

Con frecuencia las escuelas rurales no cuentan con los recursos para educar a los niños, hay pocos espacios y rara vez se les enseña español. Sin educación formal y sin habilidades para alcanzar empleos de más alta remuneración, el ciclo de la pobreza y la migración continua.  

Es importante notar que las comunidades reciben educación, pero es una modalidad completamente distinta a la de la educación occidental. Las necesidades de las comunidades agrarias y las normas culturales de las personas indígenas requieren una educación de amplio alcance en varias habilidades aplicadas y comprensión ecológica más allá del ámbito de lo que típicamente sería una educación formal occidental. 

Una mujer indígena lleva bocadillos y dulces para vender a los turistas en Antigua, Guatemala. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)

“Cuando las personas de habla indígena han recibido sólo una educación formal muy baja, no se pueden comunicar ni pueden encontrar empleo. Pero no es porque sean ignorantes. Son personas muy inteligentes, tienen muchos conocimientos, pero dentro de su propia cultura”, dijo Sergio Romero, lingüista y profesor de la Universidad de Texas en Austin, quien estudia lenguas indígenas. 

Como los guatemaltecos, las personas indígenas de México se enfrentan a una larga historia de discriminación. Son limitadas sus oportunidades de educación formal. En el 2020, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) realizó una encuesta por todo el país que halló que un 24 por ciento de las personas indígenas ha vivido por lo menos una vez un acto de discriminación por su apariencia o el color de su piel. 

Las personas indígenas mexicanas tienen estatus legal en el país, por ende, no son tan vulnerables al viajar por México como lo son los migrantes de Centroamérica. Como la mayoría cuenta con mayor facilidad con la lengua española, los indígenas mexicanos sólo encuentran dificultades en cuanto a la barrera lingüística al llegar al territorio de los EE. UU., dijo Mónica Lima Aguilar, representante legal en el Centro de Atención a la Familia Migrante Indígena (CAFAMI).  

“Sabemos que hay cierto nivel de discriminación porque en los Estados Unidos no tienen documentos, pero encaran una doble discriminación por ser etiquetados de manera distinta por ser indígenas”, dijo. 

Los migrantes indígenas se enfrentan a mayores riesgos al atravesar México 

En octubre, 2020, Alma y su hijo, Salvador, dejaron su hogar en Caserío La Bendición, una comunidad rural en la municipalidad Sayaxche de Petén en Guatemala. Viajaron por dos semanas atravesando México. Junto con unos cuantos migrantes más, le pagaron a un coyote para que los llevara a la frontera de los Estados Unidos en una furgoneta. 

El viaje fue largo y la temperatura dentro del vehículo subió a niveles extremos. 

Alma, a la izquierda, traduce del k’ekchi ‘al español mientras Andrea recuerda las luchas que ha tenido en su viaje desde Guatemala a la frontera entre Estados Unidos y México sin saber español. (Corrie Boudreaux/El Paso Matters)

“No había aire (en el vehículo) y él no lo podía soportar”, dijo la mamá de su hijo de 13 años. “Se desmayó y yo temía que fuera a morir, pero gracias a Dios estuvo bien”.  

Otros migrantes ayudaron a Alma y a Salvador con agua y los pocos medicamentos que tenían. Esa noche Alma y su hijo le rezaron a Dios. 

A diferencia de muchos otros migrantes indígenas que se adentran en México para llegar a la frontera de los EE. UU., Alma habla bien el español, con lo cual, para ella el viaje fue algo más fácil. La madre, de 30 años, recuerda instancias en las que otros migrantes indígenas fueron discriminados y sufrieron por no hablar bien el español. 

“Había un joven al que dejaron atrás en un depósito donde pasamos la noche”, contó Alma, añadiendo que no hablaba bien el español. 

El migrante guatemalteco hablaba el idioma k’ekchi’, igual que ella, y fue abandonado por el coyote quien alegó que no había pagado el precio total del viaje. El joven respondió en k’ekchi, pero sus habilidades limitadas en español le dificultaron el pelear por sus derechos o por hacer que el coyote lo escuchara. 

“Simplemente lo dejaron allí. Ellos dijeron que no había pagado, él dijo que sí había pagado, pero yo no sé”, recordó Alma en el albergue, mirándose los pies y bajando el tono. “Con frecuencia se aprovechan de quién puedan”. 

Al atravesar México para llegar a los Estados Unidos, son susceptibles los migrantes centroamericanos a la discriminación xenófoba, pero los migrantes indígenas están hasta más vulnerables y con frecuencia caen objeto de estafadores. En el caso de las mujeres indígenas, también son objeto de abuso sexual y violación, dijo Sergio Luna, director del albergue La Sagrada Familia, en Tlaxcala, México. 

Luna dijo que los retos más importantes que viven los migrantes indígenas en el albergue tienen que ver con barreras lingüísticas y la falta de educación occidental. 

Sin habilidades en el español, los migrantes indígenas se ven con barreras al acceso a los servicios públicos y médicos que requieren, con recoger paquetes que sus familias les envían y con encontrar trabajos informales para solventar el viaje.  

“La mayoría del tiempo soportan el dolor o las enfermedades que tienen”, dijo Luna referente a los migrantes que no pueden comunicar sus necesidades. “No saben leer, escribir, y después añades los retos lingüísticos, entonces las condiciones vulnerables y las dificultades se vuelven cada vez mayores”.  

El albergue La Sagrada Familia está al lado de un paradero de “La Bestia”, una red de rutas ferroviarias que sirve a los migrantes como forma clandestina de transporte. Más del 90 por ciento de los migrantes que llegan al albergue en Tlaxcala proviene de Honduras, mientras que los guatemaltecos ocupan el segundo lugar, con un 5 por ciento, explicó Luna. 

En lo que el albergue observa una gran afluencia de migrantes hondureños que no son de comunidades indígenas, el director ha notado que los indígenas centroamericanos suelen terminar acusados de delitos menores en México. 

“Hemos encontrado casos en los que los acusan de cometer una falta administrativa o delito. No tienen la capacidad de defenderse ni de discutir para salir de situaciones”, dijo Luna, agregando que con frecuencia los abandonan para valerse por sí solos. 

Luna ha notado algunas tendencias de segregación entre la población migrante del albergue, y observa que algunas nacionalidades ocupan “un lugar superior en una jerarquía”. Si bien los nicaragüenses y los salvadoreños parecen ocupar un estatus más alto, Luna considera que los más marginalizados son los guatemaltecos. 

“Reciben cierto estigma por sus condiciones de pobreza e indigenismo”, dijo Luna, añadiendo que nota discriminación con base en el color de la piel, la estatura y el cutis.  

Después de un trayecto largo y peligroso de Guatemala a través de México, los migrantes indígenas se enfrentan con barreras similares en la frontera entre los EE. UU. y México. 

This story was produced as part of the Puente News Collaborative, a binational partnership of news organizations in Ciudad Juárez and El Paso.